lunes, 9 de agosto de 2010

Inflación en Argentina

Abril 2010

Los elementos económicos que producen la inflación son múltiples y están interrelacionados. Por otro lado, el entendimiento del fenómeno inflacionario depende del modelo y del enfoque que se utilicen. Una de las causas de la inflación es el exceso de demanda, con la condición de que la producción se encuentre utilizando el límite de la capacidad instalada. Cuando el nivel de actividad transpone la capacidad instalada normal, se ingresa a una fase de exceso de demanda con tendencias al alza de los precios monetarios. En una situación de plena ocupación de la capacidad instalada, un aumento de la demanda agregada provocará una suba del nivel de precios y, por ende, una reducción del salario real, en un llamado ahorro forzoso. En este contexto y en una visión más monetarista, la situación puede estar agravada por una inyección exógena de dinero por parte del banco central, por un error de política. Esto es, además, mucho más probable (y grave) cuando se utilizan mediciones que no se ajustan a la realidad, haciendo que las medidas de política económica se tomen considerando una situación que no es tal.
Utilización de la capacidad instalada (general)
2009


Enero

67,4
Febrero

73,7
Marzo

69,7
Abril

74,7
Mayo

71,6
Junio

70,8
Julio

71,4
Agosto

74,6
Septiembre
78,4
Octubre

76,2
Noviembre
79,2
Diciembre
80,7
Fuente: Indec
En la Argentina difícilmente pueda pensarse que el origen de esta inflación es de carácter monetario. En términos concretos, las reservas internacionales equivalen aproximadamente a la base monetaria, es decir, unos U$S 32.000 millones menos el uso eventual de los U$S 6.500 del Fondo del Bicentenario. Aunque puede haber un agravamiento del proceso inflacionario por errores de política monetaria. La monetización de la economía está entrando en niveles de cuidado, igual que la relación M3/reservas, aunque no son atribuibles, todavía, como causal inflacionaria.

Entre todas las posibles explicaciones de la inflación en la Argentina, la que parece más cerca de la realidad es la de una inflación impulsada por la demanda, que, a su vez está motorizada por el gasto público. Sin inversión en la misma dinámica que la demanda que pueda cubrir su aumento sostenido, el resultado es un aumento de los precios que a la larga debería ajustar por cantidades la demanda efectiva. A menos que el impulso de la demanda siga siempre motorizado por el gasto público. Si esto pasa, será necesario financiar de algún modo este gasto. Por eso es importante para el gobierno volver a ingresar al mercado internacional de deuda a través de un canje exitoso (a partir del 70% de aceptación). Considerando que el 2011 será un año electoral, difícilmente la política pública se dirija a restringir el gasto público para atemperar la demanda. Al contrario, todo indica que las medidas que el gobierno está tomando y podría tomar en el futuro son pro-inflacionarias. Esto se suma al problema de las expectativas y de la contabilidad creativa del Indec. En valores bajos, la inflación es aceptada por la mayoría de los economistas, incluso reforzada por los efectos negativos que pueden provocar la inflación cero o incluso la deflación. Sin embargo, cuando la inflación es alta, se transforma en un problema serio. Las alzas de los precios dificultan el cálculo económico para la producción. Las inflaciones altas también erosionan los ingresos fiscales porque los impuestos son cobrados en moneda local y con un cierto retraso en el que el poder adquisitivo se deteriora y puede generarse, de esta manera, una crisis fiscal de dinámica inflacionaria propia. A su vez, las inflaciones se propagan por el sistema económico a través de los mecanismos de transmisión y pueden forjar procesos difíciles de contener. La inflación, en este contexto, pasa a ser un obstáculo directo de la producción.
                No existen estudios concluyentes sobre los efectos negativos de la inflación sobre el crecimiento. China, el país que más ha crecido en los últimos tiempos, registró tasas de inflación altas. En 2005[1], un estudio empírico sobre la relación entre inflación y crecimiento entre 1961 y 2000 para 80 países distinguidos en naciones de la OECD, naciones de ingreso medio y naciones de ingreso bajo, revela que en los países de ingreso medio existe una relación positiva entre inflación y  crecimiento, aunque no estadísticamente significativa. En los países de ingresos bajos, la relación sí es definitivamente positiva, y existe mayor correlación en los países con política económica centrada en la promoción de la demanda para dirigir el crecimiento. Sin embargo, el nivel en el que la inflación se convierte en negativa para el crecimiento, según este estudio, se ubica en la franja del 15/18%. Lugar en donde está ubicándose (y sobrepasando) la economía argentina.

El problema del tipo de cambio real
Los escenarios más negativos respecto de la inflación están liderados por la ex directora del IPC Graciela Bevacqua que estimó la inflación del primer trimestre de 2010 en 8,4% y proyecta la anual con un piso de 35%. Si el dólar se mantiene según lo proyectado en el presupuesto (cerca de los $4), el nivel de competitividad, medida por el tipo de cambio real (multilateral) deflactando el nominal por tasas más realistas de inflación, podría caer hasta cerca del 1,30 (más bajo que el que fijó Duhalde como salida de la convertibilidad). Mover el tipo de cambio nominal fuera de lo presupuestado para mejorar este número sería un agravante inflacionario.

¿Inversión o salario real?
                La pregunta es si una caída del salario real en la Argentina podría amortiguar el impacto inflacionario o si lo aceleraría. Para responder esto habría que determinar cuál es el impacto de una caída del salario real sobre la demanda agregada. Si el producto está motorizado por los salarios, un aumento del salario real determina un incremento de la demanda agregada. Sin embargo, en una economía “tirada por las ganancias”, una baja del salario real tendrá como consecuencia un aumento neto en la demanda agregada, porque la inversión es más “sensible” que el consumo. Un nuevo aumento de la demanda agregada provocará una nueva suba del nivel de precios. La economía argentina parece moverse en este sentido, pero sobre todo, impulsando la demanda a través de la inversión pública. Por lo que la inflación no es necesariamente contractiva, al menos en el corto plazo. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos factores, como si el gasto público en este contexto, tuviera dos filos. Por un lado, el gasto público necesariamente debe financiarse de alguna forma. Por eso es importante para el gobierno el canje de deuda para poder salir a pedir prestado al mercado internacional de capitales. Por otro lado, una inflación de 35% anual o más puede provocar un problema de ingresos fiscales, considerando una curva de Laffer[2] que relacione la inflación y el impuesto inflacionario. Esto es, una aceleración inflacionaria podría terminar provocando una erosión de los ingresos fiscales, porque pasado un punto de inflexión de esta curva, lo que deja de percibir el gobierno por los impuestos nominales es mayor que lo que recauda a través del impuesto inflacionario.

Un modelo con Inflation Targeting
Inflation Targeting es un instrumento de política monetaria que ha tenido éxito en muchos países industrializados y en algunas economías emergentes como Chile, Brazil, República Checa, Polonia y Sudáfrica. Cuenta con algunas características principales como el anuncio público de los objetivos de inflación de mediano plazo; una coordinación institucional sobre la estabilidad del nivel de precios; la estrategia incluye el uso de múltiples variables, no sólo de los agregados monetarios y el tipo de cambio. Este tipo de política monetaria incrementa la transparencia en cuanto a la estrategia del banco central. En contraste con un banco central de objetivos monetarios, la Inflation Targeting tiene la ventaja de no necesitar una relación de estabilidad entre el dinero y la inflación. Como el banco central debe explicitar numéricamente sus objetivos de inflación, este tipo de política reduce la potencial descoordinación temporal de políticas.
Sin embargo, para poder emplazar este tipo de políticas, debe existir una fuerte estabilidad institucional y compromiso para mantener la prioridad de la estabilidad de precios, más teniendo en cuenta la historia inflacionaria de países como la Argentina. Para esto, sería necesaria una completa independencia institucional del banco central y un compromiso serio sobre las estadísticas nacionales.
A diferencia de los tipos de cambio y de los agregados monetarios, la inflación no es fácil de controlar por parte del banco central. Muchos efectos inflacionarios se revelan con un retraso considerable. Los errores de estimación cuando la inflación se acelera, y sobre todo, incrementados por estadísticas oficiales poco realistas, tienden a aparecer con retraso en la economía real, situación que puede parecer estar sucediendo ahora.
De todos modos, una política de Inflation Targeting no asegura disciplina fiscal ni elimina el riesgo de la “dominancia fiscal”. Por eso este tipo de política exige una fuerte coordinación entre la autoridad monetaria y la autoridad fiscal.
Un caso interesante de aplicación de políticas monetarias de Inflation Targeting es el de Chile, que no se verá en este trabajo por cuestiones de extensión.

Conclusiones (qué es esperable).
En Argentina no están dadas las condiciones institucionales necesarias para la aplicación de una política de Inflation Targeting, como una fuerte independencia del banco central y un sinceramiento de las estadísticas públicas. Sin embargo, algunas condiciones económicas sí, como el tipo de cambio flexible y una proporción razonable de dolarización, que no estaban dadas con la convertibilidad. Sumado a un necesario control de la variable inflación.
La inflación es un problema, sobre todo dada la historia inflacionaria en Argentina. La aplicación de políticas monetarias del tipo de Inflation Targeting no deben ser necesariamente contractivas. La economía argentina está atravesando un estadio intermedio sin un futuro cierto. La realidad es que la inflación puede ser distorsiva y contractiva si efectivamente el problema inflacionario es generado  por una demanda creciente impulsada por el gasto público, y considerando que la inversión no está haciendo lo suficiente para satisfacerla.
 Es difícil saber, en el punto en el que estamos, cuál va a ser el desenlace de este problema, aunque parece haber indicios de que no va a haber política de contención de precios, solamente empezando por la doble negación del problema: conceptual y de medición. Se hace necesario dividir el análisis de la economía argentina de los último ocho años en dos. Un período de crecimiento robusto con una inflación moderada, y un nuevo escenario en el que pareciera que estamos entrando ahora. En el final de la primera etapa, el trabajo que no le dejaron hacer a Lousteau para enfriar la economía con el fin de contener los precios, lo hizo después la crisis internacional y el conflicto con el campo que permitió dilatar la aceleración inflacionaria. Sin embargo el problema resurge ahora y todo indica que estamos entrando en la segunda etapa en donde es necesario aplicar correcciones a un modelo que no puede permanecer en su status para siempre. Habrá que estar muy atento para confirmar en los próximos meses si estamos o no frente a un cambio de régimen inflacionario. Lo que hacen las expectativas es acelerar el problema, pero, al menos esta vez, no parecen ser la raíz. Las expectativas están ancladas a otras razones que son más estructurales.
El driver que dirige la lógica del modelo K es considerar que la inversión (pública o privada) moviliza la economía más que el consumo y en definitiva, un nivel más alto de empleo beneficiaría a más trabajadores que un aumento del salario real. Por otro lado, las bajas tasas pasivas del sistema financiero[3] porque incentivan el consumo (desincentivan el ahorro), proceso reforzado por la inflación: conviene consumir a ahorrar con tasas negativas. Sin embargo, habrá que preguntarse hasta qué punto es manejable una economía con un 35% o más (algunos privados estiman off the record entre 40/50%, que para el caso analítico es lo mismo), sobre todo en el aspecto que se está convirtiendo en el más débil del modelo: el fiscal. Más en una economía que depende cada vez más de la inversión pública. La respuesta más precisa la tendremos en un año y medio, dos. Mientras tanto habrá que seguir de cerca las variables macro para poder dilucidarlo antes de tiempo.
Los inversores buscan proteger sus ahorros de la inflación. Incluso deberían pensarlo los inversores que invierten off-shore, porque hay que pensar que el flujo de gastos es en pesos y el tipo de cambio real peso-dólar está bajando. En este sentido, habría que buscar instrumentos que tengan al menos tasa real cero, y no negativa. Para esto necesitaríamos una tasa nominal anual de retorno de alrededor del 35%, cosa que no parece muy alcanzable en instrumentos de renta fija. La otra opción es intentar acompañar el alza del tipo de cambio real, es decir, apostar a instrumentos denominados en pesos y con ajuste inflacionario, aunque sea a través del Indec. De todos modos, no parece muy probable que, frente a las presiones de grupos industriales, el gobierno deje que el tipo de cambio real tan bajo y modifique el tipo de cambio nominal que administra. Es esperable un dólar entre 4,10 y 4,50.
Una apuesta arriesgada pero atractiva en este contexto es considerar instrumentos de renta variable (acciones). La bolsa argentina es una de las que peor desempeño regional han tenido. De ser favorable el canje, es muy probable que el Merval busque acoplarse a los desempeños de Chile o Brasil. Por otro lado, los precios de las acciones están regidos por las expectativas sobre las ganancias, y, en general, las ganancias siguen el ritmo inflacionario. Se pueden pensar en papeles como Tenaris, bancos como Francés, Galicia, Aluar o Siderar, y Telecom.
De todos modos, todos los horizontes apuntan a un entorno de un año, año y medio, no más de eso. Más allá de ese tiempo estará la resolución de los conflictos inflacionario, fiscal y electoral y es conveniente no estar muy expuesto para entonces. Además, en ese horizonte, es muy probable que las condiciones internacionales de baja tasa de interés hayan cambiado y se produzca una revalorización del dólar, lo que ajustaría nuevamente el tipo de cambio real hacia arriba.
                                                   



Anexo: Nota de La Nación (Domingo 11 de abril de 2010)

Inflación: las diez causas de un fenómeno que inquieta

Mitos y verdades sobre los argumentos que utilizan economistas y funcionarios del Gobierno para explicar la fuerte aceleración de precios que se registra en la economía argentina

Francisco Jueguen
LA NACION
No hay peor ciego que aquel que no quiere ver. El refrán, nacido de la profunda experiencia popular, hace justicia a la usual estrategia kirchnerista para enfrentar las contrariedades de la vida cotidiana que ponen en jaque su discurso progresista: la negación sistemática. Así, sin reconocimiento oficial, el más palpable de los problemas que sufren los argentinos se escurre, preocupante, hacia sus bolsillos. Esa incómoda verdad, más allá de la batalla semántica, tiene un único nombre. Se llama inflación.
Hasta economistas cercanos al Gobierno, como el radical Aldo Ferrer o el justicialista Eduardo Curia, reconocen la existencia de la inflación. "Los precios están subiendo más de lo que conviene. Hay una inflación incómoda", confiesa Ferrer, director de Enarsa. Sin embargo, son originales a la hora de explicar las causas. La inflación, sugieren, es inercial y alentada por expectativas. Otros 17 economistas también ratificaron que la inflación existe, pero opinaron que su origen es otro. Aquí, un decálogo de las diferentes causas y mitos de la inflación:
1) Más gasto que ingresos
Cristina Kirchner dio la buena noticia. Dijo que la economía cerraba 2009 con un superávit fiscal primario (antes del pago de intereses de la deuda) de $ 17.277 millones, un 1,5% del PBI. Pero, como siempre ocurre con la información oficial, ciertos detalles fueron selectivamente olvidados. Se había registrado una caída del ahorro primario de un 47% en relación con 2008 y un déficit fiscal (tras el pago de intereses) de $ 7131,1 millones. Si no hubiera sido por recursos extraordinarios (el dinero de los jubilados y del FMI, por ejemplo), el resultado hubiese sido mucho peor. El gasto público había crecido un 30% anual, por arriba de los ingresos y de la inflación real, de un 15% en promedio, según los privados. Para el Gobierno, de cara a las elecciones de 2011, es fundamental mantener ese nivel de erogaciones: allí el germen del Fondo de Desendeudamiento, compuesto por reservas para pagar deuda. La mayoría de los economistas piensan que la inflación de hoy es consecuencia del incentivo (transferencias del Gobierno o cambios en la estructura impositiva) de la demanda agregada (la cantidad de bienes y servicios que demandan todos los habitantes de un país). Crece el gasto ?financiado con emisión monetaria? muy por encima del ritmo de la recaudación. Según Bein & Asociados, se pasó de un superávit primario de 3,9% del PBI en 2004 a un déficit de 1% del PBI si no se consideran los recursos extraordinarios.
Pero ¿cuál es esa política fiscal que fogonea la inflación? La obra pública, salarios estatales, aumentos a jubilados y la asignación por hijo, por ejemplo, sobre lo que es difícil producir un ajuste. Pero también aparecen, entre otros, los millonarios subsidios a privados (firmas energéticas, de transporte de pasajeros y compensaciones a productores agropecuarios), el sostenimiento del Fútbol para Todos o los US$ 57 millones que perdió Aerolíneas Argentinas durante enero y febrero de este año.
Para el economista Roberto Cachanosky hay un stock de subsidios que "gatilla el aumento del gasto público". Según sus cifras, en 2006 los subsidios al sector energético fueron de $ 4032 millones, mientras que en 2009 llegaron a 15.944 millones. En tanto, el sector transporte, que en 2006 tenía subsidios por 1876 millones, recibió el año pasado 11.584 millones. El total de subsidios y préstamos del sector público al sector privado pasó de 8800 millones en 2006 a 33.300 millones el año pasado.
2) Inversión insuficiente
"En vez de aumentar la oferta, los empresarios incrementan los precios", vociferó el ministro del Interior, Florencio Randazzo. El Gobierno admite, así, que la inversión ?el motor de la oferta? está por lo menos amesetada en relación con la creciente demanda. El último informe del Centro de Estudios para la Producción (CEP) indicó que, a pesar de que superan ampliamente los promedios registrados durante la convertibilidad, ya en 2008 todos los componentes de la inversión comenzaron a mostrar una merma con respecto a 2007.
Los números del economista Orlando Ferreres no reflejan semejante amplitud con relación a los años 90. Mientras entre 1991 y 1994 se registró un crecimiento acumulado del PBI de un 36%, la tasa IBIF/PBI (la relación entre la inversión y el producto bruto interno) fue de 17,9%. En el período 1996-1998, con una expansión de un 18%, la tasa IBIF/PBI fue de 19,7%. Esto no cambió mucho durante el kirchnerismo. Durante 2003 y 2008, el crecimiento del PBI acumulado fue de un 50%, mientras que la inversión en relación con el producto fue de 19,8 por ciento.
"Hoy se invierte, pero no hay proyectos grandes y nuevos. Buena parte de la inversión es amortización; reponer lo que se desgasta", explica Ferreres, para quien la inversión está en un 19%, una tasa insuficiente. La meseta de la inversión tiene una explicación. Los empresarios se quejan de la falta de reglas claras e incentivos, la incertidumbre que genera la ausencia de estadísticas creíbles, la pérdida de competitividad del peso ?casi anclado frente al dólar, pese a la inflación? y "un clima hostil de negocios".
3) La expansión monetaria
El Banco Central de Martín Redrado recibió muchas críticas en los últimos años. A grandes rasgos, los economistas cuestionaron la expansión de la base monetaria ?mediante emisión de pesos? para financiar el aumento del gasto público, hecho que fogoneó la inflación en vez de ponerle un techo. Además, se criticó la pasividad del BCRA a la hora de inducir tasas de interés reales más altas, que promuevan el ahorro en vez del consumo.
El circulante, dice Marina Dal Poggetto, del estudio Bein & Asociados, avanzó un 18% anual en 2009 y estuvo en sintonía con el Programa Monetario difundido por el BCRA. Para este año, el mismo informe oficial prevé una expansión del M2 [en la jerga de los economistas, la sumatoria del dinero circulante y el depositado en cajas de ahorro y cuentas corrientes] de entre el 11,9% y el 18,9%, contra un 20,2% estimado por Bein.
El ex secretario de Política Económica de Martín Lousteau, Gastón Rossi, completa el cuadro. "En 2006 y hasta principios de 2008, la expansión monetaria era un subproducto de la política cambiaria: se emitía para comprar el excedente de dólares y sostener la paridad cambiaria nominal. Hoy debido al afiebrado ritmo de expansión del gasto y de la incapacidad para obtener financiamiento, la política monetaria pasó a estar determinada por la política fiscal. El Central emite para financiar al Tesoro", concluye.
Mario Brodersohn, ex secretario de Hacienda de Raúl Alfonsín, puso el foco en otro lugar. "Hay una política monetaria muy pasiva para los depositantes con tasas de interés negativas, o sea, muy por debajo de la inflación real".
4) Problemas de expectativas
Sin puntos de referencia sobre la verdadera realidad de los precios con los que indexar contratos y salarios, y determinar costos, algunos economistas creen que se genera una inercia inflacionaria que se monta en los problemas puramente estructurales. Desde la destrucción de la credibilidad del Instituto de Estadística y Censos (Indec), ningún actor económico y social sabe con certeza cuánto suben los precios. Así prolifera una decena de índices para medir la inflación.
Pero, desconociendo la variación promedio, se amplifican los saltos en los precios y los formadores compran cobertura frente al riesgo. Remarcan mirando al vecino y por las dudas. "Creo que la responsabilidad del estímulo fiscal y monetario son fenómenos sobrestimados", opina el economista de la consultora Prefinex Osvaldo Cado. "Una inflación del 15% anual a la par de un derrumbe de la demanda agregada de un 6% durante 2009 es la prueba incontrastable de que hoy la evolución de los precios tiene una dinámica que se explica a sí misma", agrega Cado.
Así, no son pocas las voces que coinciden en que, para empezar a atacar el problema de la inflación, es necesario antes encontrar una solución al problema de la falta de estadísticas confiables.
5) Paritarias y costos empresariales
Los salarios no son la causa de la inflación. Pero en un contexto de expectativas inflacionarias que se suma a un descontrol fiscal, reclamos desmedidos en las paritarias pueden impulsar la suba de precios. Ningún gremio reclama alzas menores al 23%. Usan, claro está, el "Indec del supermercado".
Pero además de los salarios, otros costos empresariales siguen subiendo mientras se recalienta la economía, algo que obliga a las compañías al ajuste para mantener su rentabilidad. Sólo para citar algunos ejemplos, los costos del sector de la construcción tuvieron un alza de un 27,02% (materiales y salarios) durante el último año, según la Cámara Argentina de la Construcción (CAC). En tanto, el índice de la Cámara Empresaria de Operadores Logísticos (Cedol) ?que incluye el transporte? avanzó, en sólo tres meses, un 5,75 por ciento.
6) La matriz productiva
La Argentina sufre, aunque no debiera, por ser "el granero del mundo". De esa hipótesis nació el uso de las retenciones a la exportación. La idea es simple: la matriz productiva nacional es fundamentalmente agropecuaria o agroindustrial. Son también estos productos los que mayormente se exportan. Cuando el mundo crece y demanda alimentos o derivados, los precios internos suben al ritmo de los internacionales. Las soluciones se duplican: mayor producción ?más inversión? o un ajuste por precios.
Actualmente, créase o no, la Argentina elabora alimentos para 300 millones de personas. Pero la inversión en el sector agroalimentario (el campo y su industria) está en standby. "Las trabas a las exportaciones, las normativas oficiales, las alzas en los impuestos nacionales, provinciales y municipales, la intervención en todos los mercados retrotraen la inversión. Se produce, pero no se sabe a cuánto se va a vender. Hay mucha incertidumbre", afirma Ernesto Ambrosetti, economista de la Sociedad Rural Argentina (SRA).
Las retenciones, que gravan todos los productos, no sólo al agro, fueron impuestas para diferenciar precios internos de los externos. Pero los empresarios del agro y la agroindustria desestiman que fueran usadas para proteger el plato de comida de los argentinos. El fin fue recaudar más, dicen.
7) Bendito dólar
Hoy se habla de atraso cambiario. Esto suele ocurrir cuando la inflación diluye la competitividad del tipo de cambio real. En el país, el Gobierno y los empresarios impulsaron principalmente sólo una competitividad cambiaria ?aquella que se basa en el valor de la moneda? en vez de una real, apoyada en la inversión tecnológica?. Pero más allá de eso, una política de tipo de cambio alto mal administrada genera presiones inflacionarias. No es el caso actual de China o de Chile entre mediados de los 80 y mediados de los 90, según Roberto Frenkel y Martín Rapetti, del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes). Además, según Rossi, actualmente la política cambiaria sólo tiene "incertidumbre hacia la suba" (la devaluación fue de un 27,62% desde 2006, según datos del BCRA). El economista afirma que nadie anticipa una apreciación nominal del peso, lo que desincentiva su demanda. Esto se agrava por tasas reales de interés fuertemente negativas.
La relación dólar-salario desaparece, explica Cado, si la moneda local es la de referencia, como ocurre en Brasil. "Al ser baja la inflación, la gente ahorra en reales", aclara. La cultura dolarizadora en la Argentina destruye esa opción.
8) Oligopolios y formadores de precios
Los oligopolios en sectores formadores de precios clave aceleran la tasa de inflación, pero siempre una vez que ésta está lanzada. Nunca "crean" inflación.
Ante la acusación oficial, Nicolás Salvatore, economista de la Universidad de Buenos Aires (UBA), asegura que hoy existen los mismos grupos concentrados que funcionaban en el país en 2005. Aunque aclara: la inflación en ese entonces era de un dígito. Advierte, además, que grupos concentrados también existen en América latina, cuyo PBI crece al 5% y con un 5% de inflación anual desde hace diez años. "¿Serán los capitalistas argentinos los más avaros del mundo, más avaros que hace cinco años?", se pregunta Salvatore.
Luego de esa pregunta, y siguiendo la premisa oficial, viene una reflexión aún más interesante: si en la economía actual hubiera una mayor concentración, como dicen los funcionarios más cercanos a la Presidenta, significaría que la política del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, fracasó. Desde hace cuatro años tiene bajo su mando la política de defensa de la competencia. Además indicaría que la política económica del Gobierno en los últimos años no generó nuevas pymes.
"Es un Gobierno que generaliza algo no generalizable. La de concentración es una definición sectorial y geográfica", afirma Fernando Navajas, de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). No obstante, estima que no es visible que haya un aumento de la concentración.
9) Incentivo al consumo
El efecto "vuelo de la perdiz" aparece cuando, en tiempos de inflación, parece que el consumo interno crece, pero en realidad se consume porque es la mejor manera de ahorrar. A la larga se asoma el freno de la economía. El sistema financiero fogoneó esta idea. Los consumidores (según la encuesta de expectativas de la Universidad Torcuato Di Tella) esperan una inflación del 25% para los próximos 12 meses, un ritmo levemente superior al 2% mensual. En tanto, el sistema bancario local ofrece una tasa promedio del 8,93% anual (o 0,73% mensual) por dejar inmovilizado su dinero por al menos un mes en un plazo fijo. Es un rendimiento casi tres veces menor que el ritmo de depreciación que espera en su poder de compra. A esto se suman virulentas campañas publicitarias con el afán de incrementar las ventas.
A contramano, los empresarios de todos los sectores se quejan de la falta de créditos blandos para aumentar la oferta.
10 ) La teoría del crecimiento
"El sendero del crecimiento sostenido con adecuados niveles de empleo sólo se logrará con estabilidad de precios; la inflación es el principal obstáculo." La definición no proviene de la Reserva Federal de los Estados Unidos ni del Banco Central Europeo, sino del Banco Popular de China.
Las experiencias de otros países desmienten la tesis oficial que indica que la suba de precios es una consecuencia del exitoso crecimiento económico, una idea difundida por la Comisión Económica para América Latina (Cepal) entre los año 60 y 70 y que tiene cada vez menos adeptos a nivel internacional. "A nivel teórico, esa idea no se discute más. Es poco seria", califica el economista de Fimades Luis Palma Cané.
La inflación en la Argentina "es nueve veces más alta que la internacional y cinco o seis veces más elevada que la de los países vecinos", estima Brodersohn. Pero esos países también crecieron.
La variación del IPC de la Argentina en 2009 fue superada sólo por seis naciones (Congo, Etiopía, Venezuela, Paquistán, Ghana y Egipto). La inflación local triplicó el promedio de América latina (excluyendo del cálculo a Venezuela).
Otro ejemplo sirve para ilustrar este fenómeno. Durante el ciclo de expansión de la economía mundial más importante de la historia (2003-2007) fue la Argentina la que más inflación reflejó si se la compara con economías avanzadas, Estados Unidos, la zona del euro, Japón y China.



[1] Pollin, Robert; Zhu, Andong, “Inflation and Economic Growth: A Cross-Country Non-linear Analysis”, University of Massachusetts Amherst.
[2] A medida que aumenta la presión impositiva los ingresos crecen hasta un punto en que por más que se sigan aumentando la presión impositiva los ingresos fiscales totales comienzan a caer.
[3] Por ejemplo, una tasa Badlar del 9,2% promedio, arroja una tasa real negativa tomando datos adecuados de inflación de entre 15% y 25%.

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